Mazhar Al‑Shereidah
Las pasiones llevan a las personas a extremos, donde los aramos cambian repentinamente y se hace difícil distinguir entre amor y odio. Las criaturas son las que sufren esos vaivenes sentimentales o pasionales. Para los mayores, criaturas no solo son infantes. Suelen referirse a sus "niños", cuando en realidad los mismos ya son abuelos.
Este es el caso de una criatura llamada OPEP. Tiene treinta y siete años, por lo que en su tratamiento no es pertinente aplicar el principio de la infancia abandonada y menos en una Venezuela donde el fenómeno constituye un rasgo socialmente más bien aceptado que tolerado. Al que dejando "el fruto o el producto" ‑ que es la OPEP‑ de lado, el conflicto parece estar entre los "cónyuges" o progenitores de la OPEP.
No se sabe si el hecho se debe al folklore o la fantasía tropical caribeña, pero lo cierto es que, en la Venezuela de 1960 alguien decidió asignarle un padre a la OPEP: Juan Pablo Pérez Alfonso.
Tuve la fortuna de conocerlo a comienzos de 1967 y de asistir a reuniones disciplinadas de estudios y discusiones en su residencia durante años; aprendí a quererlo y su desaparición física aun me causa dolor; dediqué un libro a su memoria y puedo testimoniar el amor que emanaba de él hacia sus hijos mayores y menores. Pero la OPEP sólo formaba parte del inmenso universo de problemas y oportunidades perdidas que envuelven a los hombres, en general, y a los de Venezuela en especial. Así como dejó el Ministerio de Minas e Hidrocarburos por "incompatibilidad de caracteres", a mitad del Gobierno de Betancourt (casi simultáneamente con la despedida de Tariki, el Ministro Saudita de Petróleo), JPPA se refería mas a la OPEP por su vinculación con el rumbo del país que por la OPEP como tal. Más era la curiosidad y el acoso de los medios lo que lo llevó a hablar de la OPEP que su propio deseo e intención. La OPEP era noticia de primer plano, así que muchos comunicadores tenían que "soportar" sus largas, razonadas y documentadas exposiciones sobre problemas de educación, población, despilfarro, corrupción... con tal de poderle preguntar algo sobre la OPEP que fuera espectacular desde el punto de vista comercial de los medios. El resto de su discurso e intelecto filosófico, humanístico y nacionalista no era noticia.
El sí denunciaba los errores de la OPEP y las equivocaciones de Venezuela en la OPEP, pero sabía acallar aquellas voces criollas que adversaban la Organización precisamente por los escasos méritos que la misma tenla: su "pecado" tercermundista. Con valor y convicción se enfrentó a esa pretensión aristocrática godo‑mantuana cuyo ideal es el eurocentrismo‑primer mundista y que se hace la ilusión de que Venezuela es parte orgánica del mismo.
Una canción navideña, letra de Isabel Herrera y música de Luis Morales Bance dice: "Si la Virgen fuera andina y San José de los llanos, el Niño Jesús sería un niño venezolano". Este hermoso deseo no pudo hacerse realidad, en cambio con JPPA o sin él, la OPEP es tan Venezolana corno la Hallaca. Venezuela venía buscando la OPEP desde 1947.
Es hora de comprender que los precios bajos del petróleo no les convienen a los países exportadores, ni tampoco a las petrolero transnacionales ni a las compañías petroleras domesticas estadounidenses. La OPEP sirvió a los propósitos de todos.
Además, a la hora del auge del nacionalismo árabe y de los reclamos del uso del petróleo árabe como arma política, la formación de la OPEP fue una receta mágica para salvar a las Monarquías Petroleras Arabes de aquellas demandas populares, ya que en una organización internacional y multiétnica como la OPEP, los temas son netamente técnico‑económicos.
También es hora de sincerar que la idea de las cuotas fue exclusivamente venezolana, aunque no tuvo éxito durante años por la oposición de las Monarquías Petroleras Arabes y Persa.
Con el "Nuevo Orden Mundial", si la OPEP fuera inconveniente hubiera desaparecido como la URSS, el Muro de Berlín y el Pacto de Varsovia. Si aun existe es porque es totalmente inofensiva o porque las ventajas de su permanencia superan las desventajas de su desaparición En todo matrimonio, club, condominio o asociación hay normas y códigos de conducta ‑ Un cónyugue que entre 1960‑1994 era más papista que el Papa puede repentinamente decidirse por la infidelidad. Su entorno familiar puede aceptar su nuevo comportamiento. Podría intentar que el cura que lo casó cambie la pregunta, donde la pareja promete “fidelidad, amor... en las malas y en las buenas... hasta que la muerte los separe” por otra de prédica contraria. Si el cura se opone y, sobre todo, si los contrayentes se niegan a unirse bajo esta peculiar modalidad, el “innovador” puede congratularse por su viveza.