Mazhar Al-Shereidah
EE.UU. aún dirige el timón, pero al menos en el Medio Oriente ha recibido varios e importantes reveses, lo cual permite reafirmar nuestra primicia analítica expresada en este espacio del día 19 de noviembre, donde anunciamos el inicio de una importante modificación en el sistema internacional. Rusia, Francia y China están compitiendo exitosamente con Washington en el Medio Oriente y le han colocado en una posición defensiva. Por otra parte, prácticamente todos los países de esa región, tanto pueblos como gobiernos difieren sustancialmente con las apreciaciones de la Casa Blanca en su manejo de la Agenda Mesoriental.
En este sentido es importante recordar que el más reciente episodio en torno a Irak no es más que otro indicador de una tendencia. Posiblemente los síntomas de la soledad estadounidense comenzaron a percibirse con la Ley Helms-Burton, dirigida a perfeccionar el cerco a Cuba. Europa y el resto de América se opusieron a dicha pretensión. Luego, y con el mismo propósito, pero esta vez contra Irán y Libia, la Ley D’Amato ensanchó la brecha entre EE.UU. y sus aliados europeos, quienes en aquella ocasión expresaron su disposición de llevar el asunto a una corte internacional. Washington se apresuró en calmar a los europeos, postergando la entrada en vigencia de esa cuestionada pretensión de que sus amigos compartieran sus parámetros y la severidad de sus medidas de castigo.
La compañía francesa Total con el manifiesto apoyo de su gobierno entraría a la historia con su significativa asociación con Irán como la más audaz entre sus semejantes para desafiar las represalias estadounidenses.
Frente a la ira desatada en Washington, el presidente ruso, cuyo país junto con Malasia son los socios de Francia en el susodicho negocio petrolero en Irán, le recordó al mundo que se trata de países soberanos libres en sus accione, donde el disgusto estadounidense carece de importancia. Estas simultáneas señales desde París y Moscú indicaban claramente el comienzo del fin de la hegemonía estadounidense en la rica región petrolífera del Medio Oriente. Beijing por su parte en sus negociaciones petroleras tanto en Irak como en Irán y sus vecinas repúblicas caucásicas afirmaba su rol ascendente e independiente en el escenario internacional. La negativa de gobiernos aliados de EE.UU. como Kuwait y Arabia Saudita de abrir sus respectivas industrias petroleras para que compañías estadounidenses pudieran asociarse allí, es otra señal inequívoca de que en el Medio Oriente, EE.UU. está cosechando decepciones. No obstante, “la madre de todas las decepciones” se manifestó en Doha-Qatar del 15 al 17 del presente mes. El boicot árabe a la Conferencia Económica para el Medio Oriente, auspiciada por EE.UU. y orientada a integrar a Israel en la economía de región, testimonió la desconfianza árabe en la capacidad estadounidense de lograr una justa paz árabe-israelí. Sin la misma ¿podría haber una integración económica?
Y fue allí cuando Irak con motivo del episodio en torno a la Comisión de la ONU le recordó a Boris Yeltsin que su país fue copatrocinante junto a EE.UU. de la Conferencia de Paz para el Medio Oriente, Madrid, noviembre del 91. Primakov no tardó en convocar una reunión urgente en Ginebra para tratar el tema de Irak. Rusia quiere el levantamiento de las sanciones contra Irak. Francia y Beijing abrigan los mismos deseos. Tan evidente es la soledad de Washington que ya está pensando en recurrir al veto.
La Conferencia de la Opep en Jakarta-Indonesia, ya tiene que prepararse para el reingreso del petróleo iraquí al mercado, aunque aún falta un interesante capítulo de la oposición