MAZHAR AL-SHEREIDAH
El hombre observa, piensa, compara, se forma criterios y llega a conclusiones que corren el riesgo de ser o no correctas. Esto lo hacemos, por ejemplo, en el caso de la minería orífera artesanal y el de la explotación petrolera. En el primero, el hombre sólo necesita unos implementos rudimentarios, un espíritu aventurero nato, suficiente fuerza física, alto grado de persistencia. Ese buscador del “mini Dorado”, sólo precisa de buena dosis de suerte para encontrar bastantes “cochanos” como para mitigar su hambre y proporcionarle satisfacciones en el botiquín más cercano. A lo sumo, su vida acabaría antes de cumplir los cuarenta en una choza propia de palos y zinc. Otra es la historia de la explotación a cargo de grandes compañías.
Seguimos observando, pero esta vez en el caso del “oro negro”. Lo primero que salta a la vista es la imposibilidad para el individuo de emprender por si solo la búsqueda y explotación del petróleo. Ello no solo se debe a trabas jurídico-legislativas, sino a la magnitud y complejidad que estas actividades requieren, lo cual conduce a un ejercicio que se reserva a grandes empresas, organizaciones tecnológico-financieras, duchas, en los manejos político-administrativos tanto en su país de origen como en el extranjero.
Corporaciones del tipo descrito, disponen, entre otros, de un rico acervo de experiencias y conocimientos; saben de las tendencias de la evolución tecnológico-industrial; del rumbo de las corrientes comerciales y del comportamiento financiero- monetario a largo plazo; tienen ramificaciones a lo largo y ancho del mundo; y cuentan con ejércitos de técnicos altamente especializados. La suma de lo anterior se traduce en una capacidad extraordinaria para la planificación estratégica.
Efectivamente, la historia de la industria petrolera internacional está llena de aciertos y éxitos. Un siglo de observación confirma esta afirmación, sin que ello suponga que jamás haya habido quiebras y fusiones.
La conclusión a la que se puede llegar, es que el futuro del “oro negro” es brillante. ¿En qué sentido?
Un bien o producto con una demanda estancada es motivo de preocupación. El caso del petróleo es todo lo contrario, y no es sólo la demanda la que está creciendo, sino las reservas.
Actualmente en el mundo hay tantas reservas probadas como nunca antes. Sin embargo, la exploración continúa, y lo que es más interesante, es que por primera vez desde hace un cuarto de siglo (al menos en el caso de Venezuela), las compañías petroleras internacionales vuelven a la palestra para invertir en exploración. ¿Para qué?
Las explicaciones pueden ser complejas y múltiples, pero una cosa es cierta: corporaciones con las características arriba señaladas no se aventuran. Saben con certeza que se trata de inversiones lucrativas; que se encontrarán crudos livianos y medianos; que los mismos tendrán colocación en el mercado, y lo más importante es que los precios serán lo suficientemente “altos” como para hacer rentables sus inversiones.
Esta conclusión no se copagina con una “estrategia” que con el objetivo de conseguir el apoyo necesario para la Apertura, popularizó una “teoría del ahora o nunca” diciendo que si el petróleo no se explotara ahora, quedaría en el subsuelo sin valor para el futuro. Agregaba la “teoría” que las reservas venezolanas eran infinitas.
Estos son los argumentos que utiliza el comprador, pero nunca el dueño y vendedor de un bien o producto. Con esta “teoría”, explícitamente el dueño subasta en vez de licitar.