Mazhar Al-Shereidah
La solicitud de un amigo que venía del extranjero para reservarle una habitación en un hotel cinco estrellas en Caracas me ayudó a aterrizar. Como muchos, aún recordaba que en 1967 los precios eran: el kilo de queso a tres bolívares; ocho panes por un bolívar; un kilo de camarones por ocho bolívares; ocho plátanos por un bolívar, y dos bolívares la entrada al cine... mi mente dinosáurica estaba anclada en el bolívar: resistía a dolarizarse. La dulzura de las voces de las damas de los departamentos de reservaciones de todos los hoteles consultados suavizó el impacto del “aterrizaje de emergencia”. Todas las tarifas estaban en dólares. Pregunté si ello era legal, ya que el país todavía tiene su propio signo monetario, y me recomendaron que averiguara la situación en el mercado de bienes y raíces y que recordara los argumentos aportados para justificar el incremento del precio de la gasolina....
Comencé a mentalizar la realidad y le permití al dólar “globalizar” mis cálculos. El proceso fue reforzado cuando la CTV, Fapuv, el Colegio Médico, bioanalistas, enfermeras.... cuantificaron sus exigencias salariales en dólares. Al fin y al cabo, todas las cuentas se calculan en base a la cesta de exportación petrolera, que siempre se ha expresado en dólares, y el ingreso petrolero, sea recibido por una “economía rentista” o por una “economía productiva”, se cuantifica en dólares: “(...) para la ejecución de los gastos de la Nación, el precio promedio de la cesta petrolera debe ubicarse este año en dólares 15,50/b”, reza el texto oficial.
Esos pensamientos fueron interrumpidos por el pedido de consejo formulado por una trabajadora afortunada que había recibido sus prestaciones sociales luego de más de un cuarto de siglo de labores.
Quería saber qué hacer con sus cinco millones de bolívares. Agregó que ya los había cambiado en $10.571 y guardado, mientras tanto, bajo el colchón. Extraña consulta -pensé-, porque la compra de dólares señala una clara preferencia.
Para facilitar la respuesta como graduado universitaria en administración, planteó dos escenarios. El primero, comprar dólares y depositarlos en una cuenta de ahorros en un banco nacional que ofrece una tasa de interés del 4,75%. La segunda, adquirir bonos petroleros al 12,75%. Para esta opción comprendió que es necesario incluir en la operación a sus tres hijos y su hermana, ya que el mínimo actual por inversionista es de aproximadamente $2.000, o sea, Bs. 1.000.000.
El consejo fue de comprar los bonos petroleros porque esos papeles recibieron una clasificación de riesgo A1, certificada por las firmas Clasificadores Asociados S&S y Duff and Phelps Sociedad Clasificadora de Riesgo. La evaluación apunta una correlación óptima entre la inversión, el riesgo y el rendimiento.
En el escenario de los bonos, los cinco millones de bolívares colocados al 12,75% se convertirían (si la tasa se mantiene fija) en Bs. 5.637.500, que para adquirir dólares, digamos a 551, obtendría 10.231,4 dólares. En el escenario de colocar los 10.571 dólares (resultado del cambio de los cinco millones de bolívaers a 473 por dolar) se obtendrían 502 dólares de ganancias; dispondrían entonces de una suma de $11.073, que multiplicada por un tipo de cambio de 551 daría Bs. 6.090.116.
Obviamente, exclamó la amiga, prefiero dólares.
En Venezuela las cifras macroeconómicas son del dominio colectivo. Todos sabemos que el presupuesto para el 97 habla de una devaluación del 16%, es decir, maneja un tipo de cambio promedio de Bs. 551 por dólar, lo cual significa, que durante algún período del año, el mismo superaría los Bs. 600 “para que las cuentas den”; tampoco es sorpresa alguna que son contadas las personas que basan sus expectativas en la meta oficial de inflación del 25 por ciento. Ahora se habla de 35 por ciento y hay respetables economistas que no sienten pudor al manejar una cifra del 50 por ciento, tomando en cuenta el inminente incremento del precio de la gasolina. Evidentemente, las tasas de interés son negativas.
En el fondo se trata de calibrar la solidez de la garantía ofrecida, una visión a largo plazo de la inversión en bonos petroleros en vez de mentalizar tanto la dolarización de la economía.