CCCH

Mazhar Al‑Shereidah

Hubo tiempos cuando Venezuela consideraba la fórmula de maximizar la producción como la política que más daño ocasionaba tanto al país que aplicaba la misma como al conjunto de los demás productores ‑exportadores de petróleo. Esa temprana conciencia surgió a mediados de los años 40, y para finales de los 50 adquirió la forma de un principio "sagrado" en el gobierno de Betancourt mediante la Comisión Coordinadora de Conservación y Comercio de Hidrocarburos (CCCCH). En aquel entonces, Caracas estaba alarmada por el vertiginoso incremento de la producción en Kuwait. Poco después, surgió el fenómeno de Libia, el cual reforzó los temores venezolanos y justificó más aún sus llamados a la moderación y la cautela.

Curiosamente, en los países árabes antes mencionados ocurrieron significativos giros en sus respectivas políticas petroleras que evidenciaron una sana toma de conciencia. En Libia, se le ordena en 1970 a las compañías extranjeras operadoras disminuir su producción en más de medio millón de b/d. Así, Kaddafi dio un ejemplo sin precedentes para conservar el petróleo de su país y preparó el escenario para rescatar los precios de su tan bajo nivel. Poco tiempo después en la monárquica Kuwait, el Parlamento contrata un estudio independiente que establece que las reservas del país eran menos abundantes que las publicitadas por las concesionarias. De inmediato se ordena bajar sustancialmente la producción que ya había sobrepasado los tres millones de b/d.

Eran tiempos cuando el crecimiento de la producción en Irán y Arabia Saudita acercaba las cifras a las de la producción venezolana. Efectivamente, entre estos tres países se producían 11 millones b/d distribuidos casi equitativamente. El primer lugar que Venezuela solía ostentar entre los exportadores, era difícilmente sostenible. Las ambiciones del Sha colocan a Irán en el primer lugar, seguido por Venezuela y Arabia Saudita. Fue cuando el país, con reservas modestas y mermadas, experimenta su producción máxima de aproximadamente 3,7 millones de b/d en 1970. Obviamente, la relación Reservas/Producción, o la vida de las reservas con aquel ritmo de producción, era alarmantemente baja. No así en el caso de Irán y Arabia Saudita, cuyas respectivas reservas triplicaban y cuadruplicaban aquellas de Venezuela.

Pronto, en 1974, el maná comenzaría a caer gracias a las guerras y embargos que generan los árabes. Ingresan al país volúmenes de divisas jamás soñados, que por otro lado hacen innecesario seguir incrementando la producción para maximizar los ingresos. En el país se desarrolla una elocuencia nunca antes vista para justificar el nuevo nivel de los precios y, en los foros internacionales, las delegaciones oficiales defenderían lo justo de que el petróleo siga incrementando su cotización. Un equipo de jóvenes y talentosos técnicos como Imelda Cisneros, Frank Bracho y Eduardo Praselj, bajo la sabia batuta de Manuel Pérez Guerrero, producían estudiosconvincentes sobre el deterioro de los términos de intercambio y el valor intrínseco del petróleo, producto éste que merecía su conservado.

Esto fue apenas 20 años atrás. Pero sin ir tan lejos todavía en julio de 1990, cuando los precios bajaban a causa de la indisciplina de Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos con respecto a sus correspondientes cuotas, e Irak esgrime en la OPEP que la Organización debería aplicar políticas conducentes a un precio de $ 21,51, Venezuela apoya esa iniciativa.

Es por ello de vital importancia estudiar a fondo las razones objetivas que derrotaron en Venezuela la tradicional postura de maximizar el precio para sustituirla por otra opuesta en 180 grados que le rinde culto a la maximización del volumen. No sólo las Universidades deberían efectuar la investigación, sino también las Academias Nacionales de Ciencias Económicas, Historia, Ciencias Políticas, CONICIT, y desde luego organismos académicos de la Cancillería como el Instituto de Altos Estudios "Pedro Gual", porque sin duda alguna, la interdependencia genera mecanismos y crea una dinámica que contagia a otros actores‑productores.

No es prudente sentenciar a priori, pero pareciera que, de generalizarse la actual política petrolera nacional, Venezuela habría tenido, desde el ángulo que se mire, el mérito o la culpa de haber enterrado la doctrina de la conservación.

No se sabe si alguien tendría el valor para colocar su nombre sobre una cruz con una leyenda: "Aquí yace la CCCCH asesinada por...".

This entry was posted on 19 de enero de 2010. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

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