El precio y sus bemoles

22-01-97

Mazhar Al-Shereidah

Hubo tiempos en que tenía gran aceptación entre nosotros la afirmación de que a las compañías petroleras internacionales les interesaba explotar el mayor volumen de petróleo y pagarle al Fisco el menor precio posible a cambio del petróleo exportado. Con la nacionalización en 1976, esta idea perdió gran parte de su vigencia. Recientemente surgió una teoría que pronostica la caída inexorable de la caída del precio del petróleo. Valga decir que para incrementar el ingreso, dicen, hay que maximizar la producción.

El Dr. Lester Thurow, profesor del M.I.T. explica lo anterior:

“La mayor parte de las materias primas han registrado una caída en sus precios reales en los últimos 25 años. Considero que eso seguirá ocurriendo en el futuro: la revolución biotecnológica incrementará la producción agrícola, la revolución en la ciencia de los materiales reducirá la necesidad de utilizar materias primas y, por otra parte, de la Unión Soviética saldrá una gran cantidad de materiales de energía. En consecuencia, no tiene sentido una estrategia basada en la conservación”.

Curiosamente, en 1969, otro ilustre profesor del M.I.T., M.A. Adelman, había pronosticado: “Thus the prospect is: continued decline of prices at a very slow and gradual rate” (“Así, la perspectiva es: una baja continua de los precios a una tasa muy lenta y gradual”). La tesis de Adelman era que el precio debería reflejar los costos operativos más un 20% de ganacias sobre las necesarias inversiones de desarrollo.

En su tiempo dicha tesis no sólo fue impopular en los principales países exportadores, sino que el propio Presidente Nixon, en su campaña electoral de 1968, se había comprometido con la industria petrolera estadounidense a eliminar las restricciones sobre el precio doméstico del petróleo.

Liberar el precio de la gasolina era contrario al interés y deseo del consumidor norteamericano. Pero Nixon pudo cumplir su promesa y complacer la industria petrolera de su país sin causar la molestia del público, ya que el aumento tuvo una explicación de “fuerza mayor”: la insensibilidad de los exportadores del Tercer Mundo. Los decretos de Kaddafi restringiendo la producción en Libia y sus exitosas demandas para incrementar notablemente el precio de su petróleo tuvieron un efecto contagioso que alcanzó a Venezuela al punto que el Presidente Caldera en su primer mandato expresó: “Libia fue utilizada como instrumento contra nosotros, hasta que ocurrió la revolución comandada por Khadafi, a quien manifesté que (....), uno de los días más felices de mi vida fue el día que él estableció su revolución, porque nos quitó el fantasma de Libia” (Perfil Internacional, No. 1, p.10, 1980).

La industria petrolera estadounidense vio convertirse en realidad así un anhelo largamente esperado, pero el hecho de que los países exportadores fueran protagonistas y tuvieran una mayor participación en una renta mayor, alarmó tanto a esa industria como al gobierno de Washington, quienes vieron en esa evolución una especie de rebeldía desafiante, proveniente de la Opep.

Las subsiguientes nacionalizaciones despojaron a las compañías petroleras mayores de la potestad histórica de fijar ellas el precio, “derecho” ese que había disfrutado indisputablemente por casi medio siglo.

La sobre-oferta se hizo patente y la Opep, en 1982, vio las bondades de aplicar un esquema propio de un cartel, pero la falta de disciplina, en 1985-86, fue evidente por el exceso de trampas, engaños y mentiras. Vino la “guerra de precios” y el ensayo colapsó.

Desde entonces, guerras internas y juegos de poder socavaron toda posibilidad de disciplina y, por ende, de rescatar los precios del ínfimo nivel (en términos reales) que han alcanzado.

Luego vino la gran guerra externa, que en días recientes cumplió su sexto aniversario: “Tormenta del desierto”. En 1991, el precio se recuperó para luego volver a bajar hasta que en mayo de 1996 ocurrió un fenómeno: el precio subió substancialmente pese a la quasi paralización de la Opep.

El Presidente Clinton está estrenando su segundo mandato. ¿Habrá algún entendimiento entre la Casa Blanca y la industria petrolera estadounidense en relación a que es necesario y sano mantener los precios en su rango actual?

This entry was posted on 15 de enero de 2010. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

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