HELSINKI Y EL EXPEDIENTE PETROLERO

MAZHAR AL-SHEREIDAH

El miércoles 19, el Presidente Clinton volará rumbo a Helsinki para reunirse con el Presidente Yeltsin. Se trata de un gesto amistoso de parte del Mandatario de la mayor potencia mundial que acepta viajar un trayecto tan distante por consideraciones “de salud” de Yeltsin, quien apenas tiene que movilizarse hacia la vecina Finlandia.

En esta misma columna escribimos el 6 de noviembre de 1996 acerca de las relaciones Washington-Moscú bajo el título: “De elecciones y corazones”. En ese entonces, faltaban días para la contienda electoral estadounidense, mientras que el corazón de Yeltsin estaba esperando la difícil intervención quirúrgica. Allí planteamos algunas características petroleras de ambos países, la ubicación geográfica, el sensible tema nuclear militar y el proceso de paz en el Medio Oriente.

Ahora, fuera de una dolencia de un tendón en la rodilla, Clinton sigue estando sano, muy activo y profundamente optimista. Yeltsin, en cambio, puede ser considerado aún convaleciente, agobiado por múltiples crisis que abarcan al Gobierno, el Parlamento, el Ejército, la Economía, máxima inestabilidad en varios países vecinos y aliados históricos, además de los esfuerzos de la OTAN para contar entre sus filas con la membresía de países que hasta ayer formaron parte del Pacto de Varsovia.

Los cantos de sirena hacia estos últimos países tendrían que interrumpirse durante la reunión en la Cumbre de Helsinki, pero Yeltsin sabe que Clinton puede muy pronto dejar la muleta y volver a encantar a muchos con el sonido de su saxofón.

¿En qué nos afecta aquí lo que pasa entre Washington-Moscú?

Las circunstancias cambian y la historia simplemente no se repite. Así que, apartando el escenario de la vuelta de la Guerra Fría, un enfriamiento-enfrentamiento entre Washington y Moscú tendría repercusiones petroleras cuyos coletazos se sentirían no sólo en el Caspio-Cáucaso; Mar Negro; Golfo-Medio Oriente; sino también en el Canal de Suez, el Mediterráneo y, de allí ,rumbo al Atlántico y el Mar Caribe.

Los documentos, ya no secretos de la CIA, han revelado que la “Guerra de Precios” del 86 tenía la apariencia del deseo saudita de arruinar la economía iraní y, por ende, provocar su derrota militar. Pero el blanco principal era la URSS: su economía, sus ingresos de divisas tan dependientes de las exportaciones petroleras y, por ende, la suerte de la Perestroika, las reformas y la viabilidad de mantenerse como superpotencia.

Incrédulos siempre hay, y no faltaría quien preguntara: ¿Entonces EE.UU. causó a propósito la ruina de su propia industria petrolera doméstica, tantas quiebras...? y ¿el infructuoso viaje del vicepresidente Bush a sus aliados, las Monarquías Petroleras Arabes del Golfo para que cesaran dicha política de producción?

Once años son suficientes para ver las cosas con mayor claridad y tranquilidad. La alarma en los Estados sureños de la Unión a causa de los precios bajos, duró menos de un semestre. La URSS se acabó para siempre, así que: ¿valió la pena la “Guerra de Precios” o no?

Entre las “fijaciones retóricas” del Presidente Clinton están: “el cambio”, los “retos” y el “puente hacia el siglo XXI”; hay motivos para comprender su optimismo en el futuro estadounidense. Pero ¿podría Yeltsin abstraerse de tantos indicadores propios, alarmantemente negativos, para seguir confiando en las fórmulas de Washington?

Recientes cables señalan: “Un funcionario estadounidense dijo que Clinton podría presentar algunas ideas para las reformas estructurales y legales de Rusia que le permitan una mayor formación de capitales y animen mayores inversiones externas (...) así como ofrecerle a Yeltsin “dinero fresco” para cambatir la corrupción y mejorar las reglas en los mercados financieros rusos”.

Pero, si el vaticinio de Yeltsin (AFP-EFE-Reuter 15-03-97) sobre el fracaso de la Cumbre resulta acertado; si la OTAN persiste en su rumbo; si los consorcios petroleros occidentales en el Cáucaso prosiguen la construcción de oleoductos y gasoductos, que eluden el territorio de la CEI como vía de tránsito; si continúa la fragmentación de la ex Yugoslavia, Bulgaria, Albania ante la pasividad de Occidente...; si ante todo lo anterior Yeltsin, o alguna futura figura rusa alterna, dijera “Basta ya”, ¿cuán efectivo y convincente sería el expediente de los precios petroleros para opacar hasta al propio Alexander Lebed?


This entry was posted on 31 de enero de 2010. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

Leave a Reply

Con la tecnología de Blogger.