La conexión caucásica

23 de Julio de 1997

Mazhar Al-Shereidah

Entre o detrás de los criterios es para orientar las inversiones petroleras, la política es un factor de fuerza asombrosa. A veces resulta difícil ver el atractivo económico que, supuestamente, en el fondo es el leit-motiv definitivo. El caso del Cáucaso es un ejemplo adecuado.

No cabe duda que Azerbaiján es sinónimo del inicio de la actividad petrolera en la Rusia Zarista de mediados del siglo pasado y que Bakú equivale al Oklahoma o Texas estadounidenses. Pero en el interés que hoy exhiben tantas empresas occidentales en toda esa región del Asia Central, es importante comprender que unido al beneficio comercial, también cuenta la posición de Occidente con respecto a Rusia.

Ese gigante país euroasiático ejerce en la actualidad la influencia menos efectiva sobre la mencionada región durante, al menos, los dos últimos siglos. La circunstancia está siendo aprovechada por Occidente para afianzar los requisitos “separatistas” que debilitarían o aislarían a Rusia, el hegemón de la Federación. En este sentido, mientras más viable sea la economía de la república Caucásica respectiva, en autonomía de Moscú, mayores serían las tentaciones para darle la espalda a Rusia y por ende debilitar la unión. Los hidrocarburos son la apuesta principal para esta jugada geopolítica occidental en el Cáucaso. En tal sentido, los planificadores de las rutas para oleoductos y gasoductos, centran su atención en Irán y hasta en Afganistán, con tal de evitar el paso por territorio ruso y luego turco para llegar al Mar Negro o al Mediterráneo. De modo que el Golfo Arábigo-Pérsico es la salida preferida.

Implícitamente, esta preferencia significa que el, hasta ahora, boicoteado Irán podría ser visto con mejores ojos desde Washington. La victoria de Muhammed Khatemi como Presidente ya ha recibido múltiples comentarios y declaraciones que reflejan optimismo hacia la perspectiva de crear condiciones conducentes a mejorar las relaciones entre Washington y Teherán.

A la luz de lo anterior podría examinarse la alternativa de recurrir a una “Guerra de Precios” por parte de las Monarquías Petroleras Árabes del Golfo tal como la ha asomado el veterano experto Nicolás Sarkis, director de The Arab Petroleum Research Center en su revista Arab Oil & Gas. Según este afamado analista, la situación se presentaría si, como consecuencia del irrespeto a la cuota por parte de algunos integrantes de la OPEP, el precio se deteriorase tanto o si la tajada de esas monarquías en el mercado continuara disminuyéndose.

En 1968, Arabia Saudita efectivamente perdió la paciencia y, para reconquistar la porción del mercado que correspondía a su cuota, aplicó la atractiva fórmula del “Netback”. La acción tuvo lugar cuando ese país disfrutaba una dosis de “Inmunidad” propia del sistema bipolar, cuando Riyadh, a pesar de su alianza estratégica con Washington, le compraba a Pekín secretamente mísiles de alcance medio. El “mercado libre” petrolero provocado por la decisión saudita tuvo “méritos” para unos y fue “pecado” para otros. Resultó damnificada la industria petrolera doméstica estadounidense altamente incompetitiva con precios bajos. Irán, que quería entonces exportar su revolución islámica a las Monarquías Petroleras Árabes (una vez que haya vencido al Irak árabe militarmente), estuvo al borde de la quiebra. Gorbachov jamás pudo salvar el socialismo soviético mediante la Perestroika con tan bajo9s precios e ingresos petroleros: La caída del sistema era inminente.

Otra estructura nunca más se recuperó: la de los precios. De los acostumbrados niveles desde 1979 de más de 30 dólares por barril, durante la “Guerra de Precios” se vendieron cargamentos a 5 dólares por barril. El precio promedio para 1986 fue de trece dólares por barril. Como compromiso en octubre de 1986, Arabia Saudita señaló 18 dólares por barril para la OPEP de ahora en adelante. En realidad el precio permaneció alrededor de 14-16 dólares por barril hasta que en 1991, por “Tormenta del Desierto” sobrepasó los 20 dólares por barril, regresó a unos 15 dólares por barril entre 1992-1995 para colocarse en 23 dólares por barril en 1996 y ahora está en la “normalidad” de los 18 dólares por barril que, en dólares de 1960, no equivale a más de 2 dólares por barril. Las medidas liberales del presidente Yeltsin necesitan como mínimo precios petroleros en el orden de los actuales. Una “Guerra de Precios” mejoraría las opciones de nacionalistas y comunistas en Rusia. En el Cáucaso harían inviable los esfuerzos por consolidar sus economías autónomas.

La interdependencia exige máxima cautela a todos los jugadores para no ser acusado de haber lanzado la primera piedra; ahora que hay tantas”torres de cristal” petroleras es oportuno verificar si no vivimos en una de ellas!

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