La monarquía británica y el debate petrolero nacional

23-10-96

Mazhar Al-Shereidah

Muchos consideran a la democracia británica como ejemplar, tanto por su data y tradición como por las enseñanzas que dicho sistema sigue generando y del cual otros han aprendido.

En tal sentido, la monarquía británica y la figura del "Monarca de turno" y su respectiva familia como una institución, han disfrutado de un respeto casi absoluto que poco dista de una especie de veneración.

Sin embargo, durante los últimos 10 años se vienen observando progresivamente críticas cada vez más agudas así como incisivas sobre las actuaciones de tan distinguida familia al punto de vulnerar hasta la esfera íntima y los aspectos más personales de esa monarquía.

No sólo fotógrafos, hasta hace poco desconocidos, se han hecho famosos a costa de fotos atrevidas, logradas con teleobjetivos, sino que también periodistas de tercera categoría se han hecho ricos, tras obtener entrevistas de personajes del entorno más cercano a la realeza para escandalizar con amarillos "Best sellers". Ante todo lo anterior, tanto la Cámara de los Lores como el propio Palacio de Bukingham han mostrado tolerancia y sobriedad.

Contrasta con lo anteriormente dicho la excesiva sensibilidad a la hora de debatirse el tema petrolero en Venezuela, donde se corre el peligro de confundir observaciones, críticas, indagaciones, cuestionamientos, interpelaciones, divergencias de apreciación con “ataques”.

Quizás, ello obedece a una centenaria historia del dominio foráneo pre-petrolero que estableció una marcada diferencia entre “los de arriba y los de abajo”. La guerra de independencia y la liberación de los esclavos creó un mito de igualdad que teóricamente produciría una especie de sociedad equitativa.

Las condiciones en las cuales los gobiernos de Castro y Gómez entregaron las concesiones petroleras a intereses foráneos, la subsiguiente explotación despiadada tanto del hombre como de la entraña de la tierra produjeron recelos no sólo en el entonces ministro de Fomento, Gumersindo Torres, sino también en la huelga petrolera de 1936, y hasta en el folklore zuliano y sus picarescas gaitas. Probablemente, allí surgió el delicado expediente que ensombreció al debate petrolero con el sensible tema sin solución al pretender catalogar a los participantes en el debate en "patriotas y vende-patrias". Esta manifestación está permanentemente presente en el debate democrático en torno al petróleo desde comienzos de la década de los 40. Más recientemente, a partir del 23 de Enero de 1958, la prensa venezolana es una fecunda fuente de investigación que revela la presencia de este agrio ingrediente en todas las discusiones en torno al tema petrolero.

La salida de las concesionarias del escenario petrolero venezolano (1975) supuso erróneamente que en Venezuela la ausencia del factor foráneo en la actividad petrolera generaría uniformidad de criterios en torno a él. No obstante, sí hubo debates frecuentemente controversiales, lo cual es tanto normal como sano por la importancia del tema y su complejidad.

Por primera vez hubo que tomar decisiones estratégicas en el país. Había carencia de experiencia en torno a la exportación y de la tecnología. La tradición de investigación “en casa” era precaria. Hubo que firmar Convenios de Asistencia Tecnológica y de Exportación con las ex concesionarias. No todo el mundo estuvo de acuerdo con esa decisión.

El cambio del patrón de refinación motivó otro gran debate, sobre el cual algunos hoy afirman que fue una decisión certera y oportuna, mientras otros prefieren el silencio, porque en el fondo lo que genera la discusión, a nuestro entender, es la interpretación de cada quien acerca del Estado, su papel y su relación con la economía.

Son entonces posiciones filosóficas, convicciones ideológicas que lógicamente tienen que chocar porque la historia demuestra que el hombre lucha a muerte por sus ideas e ideales. Por eso su amor a la libertad es máximo y su defensa de la democracia es permanente.

El país viene transitando un cambio que no responde a exigencias de la base de la pirámide, sino a orientaciones impartidas por integrantes de la cúpula de la misma. Pretender que las transmisiones de las decisiones se hagan con la perfección y fluidez de un modelo de laboratorio, equivaldría a esperar la desaparición inmediata de la inflación o la erradicación total de la pobreza para el año 2000.

Asimismo, las decisiones en materia petrolera se generan por una élite compuesta por humanos que pertenecen a un país caracterizado por la informalidad, tradicionalmente caudillista y de comprobado índice de corrupción. Sus ideas, apreciaciones y preferencias son perfectibles, y la perfección sólo se logra dialogando. La polarización sólo puede enrarecer el ambiente, que debe mantenerse oxigenando.

La “Agenda Venezuela” fue anunciada hace seis meses; PDVSA sigue siendo del Estado; sigue siendo integrada principalmente por técnicos. La formulación de la política petrolera continúa siendo, por ley, una función no propia de la IPPCN.

Todo lo anterior explica y justifica el debate.

El apasionamiento es propio de los hombres, pero ahora más que nunca es necesario demostrar una madurez similar a la de la democracia británica en la discusión. Los slongans de antaño no tienen cabida hoy. Igualmente sería inaceptable pretender la imposición del “pensamiento único”.

En sus respectivos países de origen, las compañías petroleras que hoy están aquí a raíz de la apertura las discusiones suelen ser muy fuertes. Basta recordar las severas críticas que soportó la Shell en Nigeria por los “derechos humanos” mientras recibía demoledoras acusaciones ambientalistas en el sector británico del Mar del Norte.

La pluralidad y diversidad de los criterios y argumentos son propios, tanto de los sistemas democráticos como del mismo tema petrolero.

This entry was posted on 31 de enero de 2010. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

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