PETRÓLEO A CHORROS, Oleoducto hacia el siglo XXI


Mazhar al Shereidah

08-10-95.

La IV Conferencia Internacional de Energía dejó claro que el petróleo tiene un marcado matiz geopolítico. Es imposible borrar grietas que dejó la guerra de precios entre la Organización de Exportadores de Petróleo (OPEP) y los países desarrollados, escenificada en las décadas de los setenta y ochenta. La ausencia de autoridades gubernamentales estadounidenses fue notoria. Los ministros asistentes reconocieron la fragilidad del diálogo entre ambos bandos. Pero hubo consenso en que este hidrocarburo, sus derivados y el gas natural seguirán manteniendo un papel preponderante en la primera mitad del siglo XXI, y más allá. En 1973, fecha de una conflictiva crisis petrolera, las reservas mundiales se calculaban en 550.000 millones de barriles de crudo. La existencia probada del hidrocarburo para 1995 se calculan en 1,07 billones de barriles, las del gas natural alcanzan a 4,8 billones de metros cúbicos.

Más que la confrontación del mundo en bloques energéticos, lo que impone la dinámica del mercado es la necesidad de asegurar el suministro a los consumidores. Pero si se mantienen los actuales patrones de consumo, se espera un repunte de la demanda que podría disparar los precios después del año 2000, si no hay acuerdo entre consumidores y productores. Otro escenario vaticina que la oferta superará la demanda. La producción se elevará sostenidamente hacia el 2010 entre 10 a 20 millones de B/D, esta realidad contendrá el valor del petróleo. Expertos petroleros desentierran la teoría de los términos de intercambio y observan el problema desde otra perspectiva, reafirman el injusto valor que se le asigna al hidrocarburo, y van más allá: La OPEP contribuye a esta relación. La pasividad de la organización es muy conveniente para los consumidores. Esta premisa, sin embargo, tiene una debilidad intrínseca que impide determinar esta desigual relación comercial. El acelerado proceso de internacionalización de la industria, tanto en los países productores que están abriendo sus puertas al capital transnacional, como en las propias empresas estatales de esas regiones que están invirtiendo en los centros de consumo, hacen difícil contabilizar los beneficios de ambas partes.


DE LA EXPANSIÓN, NI HABLAR... Por su parte, Mazhar Al-Shereidah, prefiere no hablar de la estrategia de la empresa estatal venezolana. “Se me ha malinterpretado en demasiadas ocasiones como si tuviera algo en contra del progreso de Pdvsa”. Pero expresa sus opiniones acerca del punto álgido del asunto: el sostenimiento de la curva de eficiencia en los ingresos de los países productores. En pocas palabras, lo importante en el mercado de derivados del petróleo no es el valor agregado al barril compuesto vendido a los consumidores, sino el incremento real de las ganancias.

“De un barril compuesto vendido en 60 dólares a los consumidores, el productor recibe en términos reales algo más de dos dólares de los que recibiera si vendiera el crudo en un promedio de 14 dólares el barril”, asegura. El resto quedaría en manos del Fisco y de las compañías que prestan el servicio de transporte, distribución y almacenamiento. Los resultados serían mínimos. Si se aumenta la participación, crecería también el volumen de impuestos y se elevaría el precio al consumidor final. Se restringiría el consumo y se estimularía la búsqueda de fuentes alternas.

A esta situación de mercado habría que sumar las inversiones en construcción de refinerías con procesos “limpios”, muchas veces caprichosos. “Ese no es el objetivo ni la solución”, expresa Al-Shereidah.

Al-Shereidah prefiere enfocar el problema petrolero en un escenario diferente: el de la seguridad en el suministro que determinará la competencia en los próximos años”. El factor incertidumbre se ha reducido por la poca disposición de los productores de exigir precios más justos para sus productos, la reducción de los conflictos con el petróleo como leit-motiv y el ingreso de nuevos consumidores importantes en el mercado. Puede referirse que habrá una demanda sostenida en un plazo de 50 años. El petróleo está pasando a ser una mercancía más, y en este contexto, lo importante es asegurar el suministro a los consumidores. Por eso experimentamos una sobreoferta, un estancamiento de los precios y su baja en términos reales”.

Pero advierte un peligro: los productores saben que venden su producto a un precio inferior al que corresponde y no han hecho nada por exigir precios más justos. Los términos de intercambio son desiguales y la pasividad de la Opep es muy conveniente para los consumidores. “La Opep es totalmente pasiva y nula hoy día”, afirma.

Para Al-Shereidah, el hándicab para una nueva discusión y fijación de precios parece estar en la bonanza económica existente en más de 50% de los países miembros de la Opep. En todo caso, sorprende que Venezuela –al frente de la organización- no haya presionado por un cambio de actitud. El objetivo sería lograr un mínimo de los derechos alcanzados en el Acuerdo de Ginebra de 1972, para que no se diluya el valor estratégico del petróleo.

Sin embargo, este paisaje lunar es negado por Al-Shereidah, quien estima que la participación del petróleo en el balance energético mundial se mantendrá en 39% del consumo global. “Si bien habrá una baja nominal del consumo, en términos reales se elevará sostenidamente hacia el año 2010 entre 10 a 20 millones de barriles diarios. Las energías alternas no representan una amenaza real”.

This entry was posted on 31 de enero de 2010. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

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