Regionalización

02-07-97

Mazhar Al-Shereidah

Tener ideas novedosas en torno a la política del petróleo es casi tan difícil como encontrar remedios para enfermedades epidémicas o lograr el pleno empleo en una economía como la nuestra. Sin embargo, los hombres no cesamos de buscar innovaciones. Es la ley de la vida. Claro está que no hay garantías de éxito, por lo que hay que armarse de valor y optimismo e insistir.

La OPEP constituye, sin duda alguna, uno de los campos donde últimamente el país ha tenido menos éxito, porque su representación ha fallado en obtener la aprobación de varias iniciativas que ha intentado llevar a la discusión y eventual aceptación.

El asunto se vuelve dramático cuando se desconocen los mecanismos de procedimiento y consulta previa y, en lugar de efectuar sondeos preliminares en conversaciones preparatorias privadas para lograr siquiera que el asunto forme parte de los temas que integran la agenda, se recurre al expediente de realizar anuncios a los medios de comunicación que toman por inadvertidos a los demás. Sorprendidos por tan espectaculares ideas, como, por ejemplo, la regionalización del mercado, otros representantes filtran su negativa a través de algunos miembros de su respectiva delegación para que, desde el anonimato de “una fuente bien informada” diga: “La idea es tan descabellada que no vale la pena siquiera considerarla”.

Muy de paso, por falta de espacio, simplemente preguntamos: ¿Existe en la actualidad suficiente producción en este hemisferio para satisfacer la demanda en el mismo? ¿Hay voluntad entre todos los importadores en este hemisferio para aislarse de las corrientes del comercio y sus implicaciones conexas con los exportadores del hemisferio oriental? ¿Es lógico suponer que los exportadores del hemisferio oriental, que a lo largo de varias décadas han logrado cultivar importantes y complejas relaciones más allá de lo comercial como importadores de este hemisferio, renuncien voluntariamente a esas posiciones? ¿Constituyen los mecanismos del “comercio triangular” un sustituto válido para los aspectos estratégicos intrínsecos del comercio petrolero internacional? ¿Se compagina esta idea más con las prácticas de los detestados y odiados carteles o es propia de la tendencia actual de la globalización?.

Los ejercicios y juegos estratégicos son fascinantes, pero sería muy difícil convencer al Pentágono para que acepte continuar gastando unos 50.000 millones de dólares anualmente para costear el estacionamiento de sus fuerzas en el Golfo si el contribuyente estadounidense sabe que su dinero está siendo empleado por la Sexta y Séptima Flota para proteger el petróleo del Golfo y garantizar su suministro exclusivamente a los consumidores europeos y asiáticos.

De modo que antes de “cacarear” afuera tan absurdas ideas, sería más conveniente plantearlas internamente, discutirlas en profundidad y, una vez que cuenten con el consenso necesario, se inicien las consultas y tanteos propios de cualquier iniciativa que busque la aprobación en el seno de las partes interesadas tan heterogéneas como las involucradas en las líneas anteriores, como lo son: los exportadores afroasiáticos: los importadores europeos, asiáticos, estadounidenses y latinoamericanos...

Podría causar extrañeza que se diga estadounidenses en plural. No se trata de un error. Efectivamente, en el país del Norte son múltiples los importadores. Cada uno de ellos tiene condiciones y circunstancias particulares e intereses específicos. Cuenta con vínculos dentro del “establishment” estadounidense que, en suma, resulta en una maraña de relaciones muy sólidas y resistentes a los cambios.

Lo anterior debería ser suficientemente conocido para quienes actualmente manejan el petróleo venezolano. El estigma de las Restricciones aún suena en los oídos y la habitual respuesta en Washington de que el Gobierno Federal no efectúa sino muy limitadas importaciones, porque las mismas están a cargo de compañías privadas que, independientemente, toman sus decisiones sobre la base de criterios técnico-comerciales, es un sólido muro contra el cual se han estrellado durante medio siglo todos los intentos de obtener un “Trato Hemisférico”. Una estrofa del Himno Nacional dice: “América toda existe en Nación”. Pueda que sea sí; sin embargo, el éxito no puede garantizarse de antemano.

Por los momentos, ni el Norte está dispuesto a limitar sus opciones ni el Sur está dispuesto a renunciar a sus nichos.

A veces más que sabor dónde zapatear, el problema estriba en dominar el arte del ¡zapateo!.

This entry was posted on 19 de enero de 2010. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

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