Gasolina e inflación -
MAZHAR AL-SHEREIDAH (*)
Recuerda e! analista cómo el precio saltó de cinco dólares el barril en octubre de
Ciertamente, ¿quién no recuerda el famoso fenómeno de estanflación, el desempleo en sus manifestaciones más alarmantes, desde la recesión de los años 28 y la subsiguiente baja en la demanda petrolera? La palabra de moda era la crisis energética.
Precisamente, a partir de esa experiencia, repetida en 1979, es que Venezuela, junto con otros en
Resulta, por lo tanto, desconcertante que, ahora que está en boga el tema del incremento del precio de los combustibles en Venezuela, no se discuta el efecto sobre la economía nacional.
En mi opinión, el incremento del precio de los combustibles generará inflación, desempleo y agravaría la crisis, en una economía que ya tiene descomunales índices de inflación y devaluación.
Además, de producirse el incremento antes de haberse nivelado los sueldos y salarios, y en vista de los escandalosos niveles de pobreza crítica y marginalidad generalizada, el efecto social sería inevitable. Ello sería aun más grave por la precaria estabilidad política que vive el país.
En suma, una de las dos posiciones que mantiene el país está equivocada: o es que la política de propiciar precios bajos en el mercado internacional es correcta y por lo tanto habrá que aplicar el mismo principio internamente, o es que está errada en la parte externa, por lo que habría que:
1) abandonar la postura tradicional de favorecer los precios bajos,
2) tomar medidas prácticas para impulsar precios altos en el mercado internacional,
3) aplicar la misma práctica internamente. ¡Malo sería favorecer afuera y castigar adentro!
A toda luz, no se puede ser complaciente con el consumidor foráneo y duro con el consumidor nacional. Ello hace recordar el dicho: "Claridad para la calle, oscuridad para la casa".
Alguien diría que sí se puede. Será, pero la economía tiene sus leyes y las experiencias están registradas y bien documentadas. Un precio mayor puede aplicarse hasta por decreto, pero ella también tiene su precio, no sólo sociopolítico, sino económico.